Los sentidos... la maravilla que nos pone en contacto con el mundo que nos rodea. Esos que nos permiten apreciar las imágenes divinas de la naturaleza, saborear las delicias más puras, esos que nos estremecen al acariciar las texturas más variadas, suaves, ásperas, aceitosas. Oír el murmullo de la noche en otoño, el cantar de los pájaros al amanecer, el sonido majestuoso del agua del río que cae por la cascada; y los aromas, esos perfumes que se matizan a lo largo del año. Los sentidos son lo más, después del papel aluminio.
Pregúntense hoy, ahora, en este instante, ¿qué sería de sus vidas sin los sentidos? ¡Sería aburrida! En realidad, no sería vida, no sería nada... la oscuridad absoluta, el silencio absoluto, la nada absoluta. Esas cinco cuerdas que nos atan al mundo en el que vivimos, del que estamos rodeados (a menos que veas gente muerta, que si es el caso, bueno, loquero y solucionado). ¡Y las propiedades que tienen! ¿Notaron que cuando cierran los ojos sienten mucho mejor las texturas y, a veces, hasta parece que los sonidos se escuchan con una mayor definición?, es más fácil enfocar. Los sentidos son solidarios, pero no es cualquier tipo de solidaridad, son solidarios con uno mismo, si estás dejando a uno un poco de lado, o si te falta por algún motivo alguno de ellos, los otros se incrementan para que puedas llenar ese vacío que queda en vos; y no te piden nada a cambio.
La generosidad desinteresada de los sentidos los convierte en unos seres magnánimos. Entiendo que no tienen existencia propia, que son parte de nosotros... ¡pero qué parte! Hay que respetarlos, elevarlos a la altura que les corresponde y, me lo permito, ¡considerarlos vivos si es necesario! Porque no son cualquier cosa, son nuestros sentidos, son nuestro nexo con el mundo, son la causa que hace que nuestra vida, ¡pueda llamarse VIDA, señores! Y me atrevo a más, son la esencia misma de nuestra existencia, sin ellos nada seríamos, apenas podríamos notar que existimos y, por supuesto, apenas y nada más que eso. No sabríamos más nada, no notaríamos que existe otro ser vivo en este planeta, ni siquiera seríamos concientes de nuestra vida. Así que al referirnos a ellos, que sea con propiedad, pensemos de quiénes estamos hablando antes de decir palabra, ¡carajo! Sigan felices, que si pueden, es gracias a ellos.
PD: Si no pueden, no es culpa de ellos, porque son grosos.
Pregúntense hoy, ahora, en este instante, ¿qué sería de sus vidas sin los sentidos? ¡Sería aburrida! En realidad, no sería vida, no sería nada... la oscuridad absoluta, el silencio absoluto, la nada absoluta. Esas cinco cuerdas que nos atan al mundo en el que vivimos, del que estamos rodeados (a menos que veas gente muerta, que si es el caso, bueno, loquero y solucionado). ¡Y las propiedades que tienen! ¿Notaron que cuando cierran los ojos sienten mucho mejor las texturas y, a veces, hasta parece que los sonidos se escuchan con una mayor definición?, es más fácil enfocar. Los sentidos son solidarios, pero no es cualquier tipo de solidaridad, son solidarios con uno mismo, si estás dejando a uno un poco de lado, o si te falta por algún motivo alguno de ellos, los otros se incrementan para que puedas llenar ese vacío que queda en vos; y no te piden nada a cambio.
La generosidad desinteresada de los sentidos los convierte en unos seres magnánimos. Entiendo que no tienen existencia propia, que son parte de nosotros... ¡pero qué parte! Hay que respetarlos, elevarlos a la altura que les corresponde y, me lo permito, ¡considerarlos vivos si es necesario! Porque no son cualquier cosa, son nuestros sentidos, son nuestro nexo con el mundo, son la causa que hace que nuestra vida, ¡pueda llamarse VIDA, señores! Y me atrevo a más, son la esencia misma de nuestra existencia, sin ellos nada seríamos, apenas podríamos notar que existimos y, por supuesto, apenas y nada más que eso. No sabríamos más nada, no notaríamos que existe otro ser vivo en este planeta, ni siquiera seríamos concientes de nuestra vida. Así que al referirnos a ellos, que sea con propiedad, pensemos de quiénes estamos hablando antes de decir palabra, ¡carajo! Sigan felices, que si pueden, es gracias a ellos.
PD: Si no pueden, no es culpa de ellos, porque son grosos.