jueves, 4 de marzo de 2010

No hay peor ciego que el que no quiere escuchar

No se como explicartelo para que lo entiendas. Primero se siente como el desierto, parado bajo el sol con la única compañía de mi sombra. El aire arde, es insoportable. No soy muy amigo del calor, así que la miro y me alejo de ella, dejo mi sombra en aquel lugar. Hacia el costado hay una piedra y se ve cada vez más grande; me siento encima, y miro el mar que tengo frente a mí. Es inmenso, y trae consigo una brisa fresca; casi se siente el olor de la sal. Ahora cierro los ojos y me recuesto. Cada sonido del bosque se escucha con detalle. El viento entre las hojas se separa del canto de los pájaros, de los insectos, toda la melodía desmontada. Y al abrir los ojos brillan las estrellas, y al oeste la luna escondiéndose entre las montañas pregunta: ¿de verdad, todavía...? Le sonrío sinceramente y dejo que todo vuelva a mezclarse, otra vez.

No se extrañan el juego, el cigarrillo, ni las drogas ni el alcohol; se extraña el placer, y un poco el hábito. Pero igual que ellas, ninguna es indispensable para nadie. ¿Y qué es un trozo de alma? Sigan felices, con guiño y todo.