jueves, 26 de agosto de 2010

La navaja de Ockham

Debo haber pasado dos horas preguntándome qué hacía en ese lugar, pero no empieza ahí la historia. Podría empezar esta mañana cuando me levanté con la certeza de lo que iba a hacer esta noche, y como tantas certezas hace un par de horas me di cuenta que no iba a hacerlo, no se si porque no quiero o porque no hay necesidad o por qué, pero bueno, tampoco empieza ahí la historia. La historia podría empezar entonces hace unos meses, o hace un poco más de un año, o año y medio atrás. O podría empezar hace algo más de 23 años.

Conocí la navaja de Ockham hace algunos años, no me acuerdo muy bien cómo, pero tampoco tiene importancia. En un principio me pareció que no tenía mucho sentido, pero con el tiempo le fui tomando algo más de cariño, hasta aceptarlo como un principio bastante prometedor. Hoy me vino a la mente otra vez, entre otros tantos delirios, y me di cuenta que es completamente válido. La explicación más simple suele ser la correcta. "Suele" en un sentido probabilístico si se quiere, por lo menos cualitativamente. ¿Cuál es el asunto con este principio? Lo genial que tiene es que cambia el problema de decidir cuál explicación es la correcta por el de decidir cuál es la más simple. Si uno pudiera decidir cuál es la correcta, no necesitaría nada más porque ya la tendría. Si uno pudiera decidir cuál es la más simple entonces tendría una que probablemente es correcta. Decidir qué explicación es la más simple es un infierno, así que la navaja de Ockham puede ser genialmente inútil, y no sólo inútil sino que hasta contraproducente.

No leí suficientes libros como para encontrar alguna historia o alguna frase que exprese lo que trato de decir. Entonces debería encontrar una manera de hacerlo con mis propias palabras, pero la verdad es que nunca se me dio muy bien eso de expresarme, y no hay motivo para que cambie ahora. De cualquier modo fue un viaje largo y creo tener un par de respuestas.

¿Qué hacía ahí? Bueno, la pregunta no es esa específicamente, lo que hacía era lo que estaba haciendo, eso es obvio. ¿Por qué estaba ahí? Esa es la cuestión. Estaba ahí porque quiero, y estaba exactamente ahí, en ese lugar y no en cualquier otro porque es lo que quiero. Sí, eso es lo que quiero, más allá de todas las estupideces que pueda decir, más allá de la eterna inseguridad y la falta de decisión, eso es lo que quiero. ¿Por qué una certeza se invirtió? Porque lo que llevo vivido me enseñó a aguantar cualquier situación con una sonrisa, sea el desprecio o rechazo de alguna persona querida, sea el abrazo y apriete de aquel borracho delincuente, sea el insulto en la cara que tantas veces me echaron, sea la hipocresía del entorno, sea la falta a la confianza que tan pocos llegan a conseguir de mí.

Las personas, sin embargo, tienden a elegir obsesionarse y armar una o varias realidades dentro de sus cabezas donde las cosas son horriblemente complicadas, y borran completamente la verdad de lo que los rodea. Los problemas crecen en la cabeza de la gente, los problemas se convierten en problemas en la cabeza de la gente. Podría decirse que es una forma de engañarse, y el primer paso para solucionarlo es sincerarse con uno mismo. No se si es tan así, ni siquiera se si eso es posible. Tal vez una solución a eso sea derrumbar toda idea relacionada que uno tenga, demoler completamente, sin dejar un solo pedazo, esos mundos de pesadilla que nos creamos y volver a mirar alrededor a través de esa navaja nefasta. Tal vez no, no lo se, es una opinión mía nada más, y como ya me han dicho, lo que digo no aporta soluciones a nada, es solamente verborragia que escupo porque se me da la gana.

Y empieza el dilema de lo que es y lo que no es, lo que existe realmente y lo que es solo una ilusión. Y si nos damos cuenta que es una ilusión, ¿no será la ilusión el creer que es una ilusión? Y está ese tipo con el que tengo sentimientos un poco encontrados, que dice: no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió. ¿Cómo saber si se añora de verdad? ¿Cómo saber si no fue una ilusión? Dado un cierre debe ser muy fácil confundir algo que nunca fue con algo que termina, más cuando la gente ve y escucha lo que quiere ver y escuchar. Entonces, ¿realidad o ilusión? Ni una ni la otra, no debería ser un problema, el problema es ese poco de cobardía que hay en cada uno para tejer un red tan complicada; en buscar tasar todo sin siquiera conocerlo. Todo tiene un valor, pero no se entiende si gusta o no gusta en función de ese valor. Todo es complicado cuando la vida es tan sencilla. Creo que a muchos les falta perspectiva.

Y entonces la historia no empieza con nada de eso. La historia no empieza, porque no es historia, no hay historia. ¿Podría haber explicación más simple que esa? Bueno, no nos emocionemos, no es más que probablemente correcta. Sigan felices!

sábado, 14 de agosto de 2010

Ganas

Mañana fría, tarde fría, noche helada. Y las ganas que me devoran, ganas de uno más después de tanto, ganas de una Navidad en medio de agosto, ganas de verano, o un otoño y linda primavera, ganas de un principio sin final, ganas de una vida nueva, ganas de otra más, ganas de la misma...

Hace frío allá adentro, hace frío allá afuera, hace frío acá, donde quiera que eso sea. No, no, no se perdió nadie, ni se encontró, ni se olvidó. Se quedó un rato, a mirar para uno y otro lado, se paró un rato sentir el viento, a ver la brújula dar vueltas como una ruleta; ese cero, nunca falta una ahí, pero no le sobra para el resto de la mesa. Una croupière de ojos celestes tirando un turn de picas junto a los corazones. Él aferrado a sus tréboles, como de chico salvo una hoja, mentiroso nato que sueña con un diamante en el river. Como siempre la pregunta: ¿habrá otra ronda? Es el problema de los (malos) jugadores: nunca quieren irse perdiendo, así que esperan a ganar para retirarse, pero nadie se retira cuando va ganando. Habrá otra ronda, mientras quede algo que poner sobre la mesa, habrá otra ronda mientras quede algo que perder.

Prendiendo uno más, azul, no verde. Navidad sigue siendo en diciembre y el invierno depende del año. Sirvo uno y brindo por ella, como siempre que el vaso es ancho, esa musa sin nombre inspiradora de (buenos) borrachos. Y ahora sí, que pasó un buen rato, con este vaso de ron y este cigarro cubano me despido hoy. Sigan felices!

Dedicado a las morochas, las rubias y las coloradas truchas, y un abrazo fuerte a Joaquín Sabina.