sábado, 30 de mayo de 2009

Leaving Las Vegas

Este es un lugar de expresión libre y gratuita, así que lo voy a usar. No tengo por qué aceptar censuras, no tengo por qué censurarme. También es un espacio de discusión, para eso acepto comentarios. ¿Por qué escribo? Probablemente porque la coca y el fernet eventualmente se terminan y no estoy en condiciones de salir a comprar más, así que algo hay que hacer mientras tanto. O tal vez solamente porque estoy hablador. Como sea, vamos a la consigna de hoy, de este, el post número 100: ¿hasta qué punto los dilemas morales, psicológicos o simplemente personales le dan a uno derecho para joder a otra persona? Adelanto desde ya que si tuviera la respuesta a esto no lo estaría planteando. También aclaro que no pretendo obtener respuestas, pero acepto todas las opiniones, siempre y cuando sean claras; lo que digo es que si no van a dar una respuesta de sí o no (y un por qué si tienen ganas), mejor no digan nada, ya bastante tengo descifrándome a mí.

Personalmente creo que uno tiene que bancarse los quilombos en los que se mete sin que nadie lo llame y no tiene ningún derecho a andar cargándoselos a otro; puede pedir consejo, puede desahogarse, puede hacer mil cosas, pero no tiene ningún derecho a irle con el fardo a otra persona, que no tiene ninguna culpa de lo que a uno le pasa. La vida es linda cuando no te importa nadie, la vida es fácil cuando no te importa nadie... lamentablemente eso es algo un poco utópico. Un poco bastante.

Comprendí algunas cosas. Otra vez más, dirán, para variar... sí, otra vez más. ¿Qué es diferente? Que realmente me siento poco honesto, siento que estoy fallando en algo importante y eso me molesta muchísimo, me molesta que las cosas no sean como se supone que deben ser, como se espera que sean de mí. Me molesta no poder cumplir el papel que me corresponde, me molesta no ser lo que trato de aparentar ser... y no es que no quiera, ojalá pudiera. Pero las cosas son así; me molesta no poder jugar el rol que pretendés que juegue, el que me corresponde. Realmente estoy enojado conmigo. Sigan felices!

martes, 19 de mayo de 2009

La frase mítica

Hoy Google me trajo hasta acá. Una vez más, el mítico you jump, I jump, Jack! Frase para todos los tiempos, frase que mantiene su significado en el tiempo... una suerte de norte podría decirse. Vendría a ser como una constante, una especie de certeza, una verdad con derivada temporal nula. Sí, hay cosas que cambian, obviamente. La escena marcada a fuego en mi cabeza... me cuesta recordar las caras de mis abuelos, pero al leer esta frase la escena resurge completamente nítida, como si la estuviera viendo ahora mismo, y junto con ella tantas otras cosas, tantos momentos de todo tipo...

Voy a tomar esto como una especie de señal. La primera vez era un esclavo con la vista nublada, no tenía propósito, simplemente veía a la distancia aquello que alguna vez había sido, y aún más allá aquello que nunca había llegado a ser. La segunda vez fue una especie de quiebre; se había alcanzado un punto crítico, la luz empezaba a asomar y el muro se desmoronaba. Fue una crítica impulsada por una resurrección, marcó un antes y un después en esa historia. La tercera vez, la última antes de esta, fue una explicación. Se sentía el aroma a libertad en esos nuevos aires. Ahora tenía un propósito, no se si muy claro, pero ahí estaba. Hoy es la cuarta vez, casi por accidente. No tenía pensado escribir esto, pero no pueden ignorarse las señales (más allá que las señales están donde uno quiere verlas, pero ya sabemos a dónde lleva esa discusión). La cuarta vez tenía que ser un accidente, un golpecito para retomar (o no perder) el camino., sin dejar de ver lo que nunca fue. Será cuestión de darle uso y ver qué nos depara para la quinta. La frase ya es mítica. Sigan felices!

jueves, 14 de mayo de 2009

Filosofía de la ciencia para matar el aburrimiento

¿Para qué sirve la ciencia? Es una pregunta inmensamente amplia porque, para empezar, generaliza una cantidad innumerable de disciplinas, algunas de las cuales rozan con el arte, en una única palabra. Pero siendo que esto es un delirio pasajero, voy a tratar de centrarme en una categoría más reducida, que es naturalmente la que ocupa un mayor espacio en mi cabeza, las ciencias más exactas, entendiendo el término en su sentido histórico. O más precisamente, ¿por qué alguien gastaría parte (a veces una gran parte) del tiempo de su vida, que convengamos que no es tan extenso, en algo que a priori parece ser tan inútil?

El tipo de respuesta que puede darse a una pregunta como esta no difiere demasiado de lo que puede responderse a alguien que pregunta para qué sirve el arte, o para qué sirve la filosofía. Obviamente no hay una respuesta única, pero puede darse una respuesta bastante general si consideramos tres contextos distintos: los beneficios para el desarrollo de la sociedad, los beneficios para el enriquecimiento de la humanidad y los beneficios individuales.

Los beneficios que puede traer la ciencia para el desarrollo de la sociedad son bastante obvios; en general, todo incentivo para el trabajo científico apunta a generar beneficios de este tipo, los que se ven día a día en todos lados. En el mundo en que vivimos, cualquier incentivo a la ciencia, lejos de ser desinteresado, pretende obtener una aplicación a cambio; el desarrollo de nuevas tecnologías (y creación de nuevos mercados), la cura de enfermedades (léase venta de nuevos medicamentos y terapias, alivio de presión política, etc.), aumento en la productividad... en fin, nuevas y mejores formas de obtener dinero y poder, que colateralmente contribuyen al desarrollo de la sociedad, para bien o para mal. Desde mi punto de vista, esto dista bastante de poder llamarse un beneficio, o, al menos, de ser un beneficio por el cual valga la pena el esfuerzo.

Por otro lado tenemos el enriquecimiento de la sociedad humana. En este aspecto es donde la ciencia se cruza con el arte y la filosofía. Para muchos no tiene sentido partirse el alma para conseguir algo que esencialmente no sirve para nada. Bueno, yo diría que la utilidad es algo bastante subjetivo. Decir que un descubrimiento, cualquiera sea, no sirve para nada sólo porque no tiene una aplicación inmediata en el mundo material me parece algo bastante extremista y exageradamente ingenuo. Naturalmente, comentarios de este tipo por lo general hay que tomarlos como de quien vienen. Para los que defienden esa postura, bien puede reprochárseles que la historia da testimonio de una enorme cantidad de descubrimientos inútiles que hoy mueven el mundo. Cien años atrás no había computadoras ni internet, sin embargo se estaban desarrollando muchísimas de las bases de sistemas que hoy mueven miles de millones, siendo un pilar de la economía mundial. Vivimos en un mundo donde el tiempo es una barrera que no se nos permite atravesar, no podemos sacar conclusiones sobre la utilidad de algo por simple extrapolación del presente. Mucho menos aún cuando el mismo pasado nos dice que no lo hagamos.
Por otro lado, para quienes tengan la mente un poco más abierta y sean capaces de ver por encima de los billetes, al igual que las artes y la filosofía, las ciencias brindan algo inmaterial al hombre que lo nutre como sociedad. El conocimiento no es algo a lo que se le pueda poner precio. El entendimiento del nuetro lenguaje, de nuestras relaciones, del mundo que nos rodea, más allá de no tener aplicación alguna en el mundo físico, más allá de no agregar un solo centavo a nuestros bolsillos, nos permite acercarnos más y más a entendernos a nosotros mismos, a entender qué es lo que hacemos sobre este mundo, a entender el significado de nuestra existencia... si eso no vale la pena, se me ocurren pocas cosas que puedan valerla.

Por último, lo primordial. Ninguno de los beneficios anteriores existiría si no hubiera uno inmediato para quien se encarga del trabajo. Y lo cierto es que este es el beneficio más importante que puede brindar la ciencia. Me puede importar un carajo la sociedad, me pueden importar un carajo las nuevas tecnologías, me puede importar un carajo la humanidad entera, puedo ser un sociópata, un ermitaño, un trastornado o el tipo más amoroso del mundo, que más allá de cualquier otro beneficio que pueda tener lo que hago, el que obtengo yo es el mayor y justifica cualquier sacrificio (entendiendo que el énfasis en el cualquier dependerá de si soy un sociópata, un ermitaño, un trastornado o un amor de persona). Lo que hay en mi cabeza es mío; en este momento podría estar en medio del desierto del Sahara, podría estar en la Antártida o podría estar flotando perdido en el espacio que sería igualmente rico. El arte suele necesitar expresión, la filosofía dificilmente llene a alguien si no la puede usar para discutir: la ciencia nos provee de entendimiento, y eso es independiente de cualquier artefacto externo. Sólo necesito mi mente. Y según cada quien, nada más importa. Sigan felices!