miércoles, 18 de noviembre de 2009

La claque descalza no aplaude y la audiencia a 60 va a mil

Tantas realidades en tan poco espacio. Él representa una escena clásica de capricho, tirándose al suelo, frenando, escapando unos pasos y de vuelta a empezar, tiene 3 o 4. Ellos son dos de los tantos espectadores indiferentes. Tienen 4 o 5, 5 o 6, en primera fila y ni vieron correrse el telón. Descalzos y de sus brazos tirando unos hilos, de una cuadra, o cuadra y media, manipulados por titiriteros con caretas, ajenos a sus muñecos. Los muñecos más expresivos, con caras de resignación, sosteniendo como columnas el peso de esa realidad mal estructurada.

Hay otro mirando desde la platea, a 60 por hora. Usa binoculares y tiene la espalda rota. Conoce el peso de otra realidad, y no vale la pena intentar comparar. Distintas realidades compartiendo un mismo espacio es un espectáculo que resulta raro al ver, pero daría igual que fuera otro espacio, la interacción entre ellas, para lo que importa, no pasa de ahí. Hablen los que saben del gran plano de las cosas, no es lo que me interesa ahora.

A nadie le gusta cargar un peso en la espalda, a nadie le gusta vivir una realidad que no le satisface. Pocos ven la belleza de la suya, pocos entienden lo que importa, porque no saben lo que vale. De cualquier modo no pueden compararse entre ellos, no pueden compararse desgracias, malos pasares ni logros. No pueden compararse hechos de distintos mundos sin caer en la opinión, en la filosofía del espectador. ¿Esto es mejor? ¿Esto es peor? ¿Esto importa?

La audiencia tras la ventanilla dedica unos segundos a mirar, unos minutos a pensar y se olvida por un rato. Da su atención entre una realidad y un sueño, en medio de la batalla por distinguir con cuál quedarse, como si eso tuviera algún sentido... y falta paz, la prueba de las 36 horas ya más que doblada. Una habitación vacía, un gusto amargo, una charla para decirle a quien no entiende y escucharse a uno mismo. Escucharse con una ilusión, que como siempre no se cumple. Una ilusión simplemente triste. Ninguna de las cinco palabras regentes resuena. Sin embargo, hay otro espectáculo. ¡Sigan felices!